Otra propiedad del campo biofotónico es la de ser holográfico, es decir, cada parte contiene la información de la totalidad. Existe una conectividad instantánea entre cada parte, propiedad inherente al principio de no-localidad. Este principio, predicho por la mecánica cuántica, fue llevado a la práctica en 1982 por Alain Aspect. Su experimento demostró que alterando el movimiento de rotación (el spin) de un fotón, el otro quedaba afectado al instante, como si conociese la modificación sufrida por su «compañero».
Esto llevó a pensar que cada punto del Universo contiene información de la globalidad. Nuestro Universo sería un inmenso holograma cósmico con una cantidad ilimitada de información. El holograma nos ofrece un modelo único para comprender la estructura energética del Universo, así como la multidimensionalidad del ser humano. Puede afirmarse que nuestro cuerpo contiene un patrón holográfico de energía, llamado cuerpo energético holográfico o cuerpo bioenergético, que trasciende el marco conceptual de la energía física, ya que incluye la conciencia.
En el nivel cuántico, la conciencia es parte integrante, y la realidad cuántica dista de ser objetiva. Esto significa que el observador forma parte íntegra de la realidad cuántica. Un ejemplo clásico es el de la dualidad onda-partícula. Cada ente en el Universo posee doble faceta, la de ser onda y la de ser partícula. Esta doble naturaleza se ha comprobado en el experimento de Young de la doble rendija. En él se hace incidir un haz de electrones sobre una pantalla perforada con dos rendijas estrechas. El haz las atraviesa y «dibuja» una imagen sobre una segunda pantalla donde se registra el ritmo de llegada. La imagen muestra unas franjas de interferencia brillantes y oscuras, características de un movimiento ondulatorio, es decir, los electrones son detectados como ondas. Pero si se coloca un detector de partículas a la salida de la primera pantalla, obligamos a que estos electrones interactúen con el dispositivo y se comporten como partículas. Así que depende del observador el que la realidad cuántica se manifieste como onda o como partícula.
Somos partícipes del mundo cuántico; lo crucial es que no es la unidad subatómica quien «decide» si se manifiesta como onda o como partícula, sino el observador
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