8 dic 2009

Claudio Naranjo: Una educación del corazón

Padre-madre-hijo; mente-sentimiento-instinto; inteligencia-amor-vitalidad; Dios Padre-Espíritu Santo-Jesucristo. La Trinidad Santa del Cristianismo, en cualquiera de sus corolarios, refleja las potencialidades humanas, todas necesarias para devolver al hombre la esperanza y restablecer el equilibrio planetario.
Así lo entiende el precursor de la psicología transpersonal, el psiquiatra Claudio Naranjo, quien cree que la crisis que vive el mundo, más allá de económica, es una crisis de la civilización tal y como la conocemos, y que se resolverá cuando lo patriarcal-masculino deje espacio no sólo a la sabiduría de la sensibilidad y de las emociones, sino también a la del instinto, que considera criminalizado. A su juicio el camino es un cambio masivo de conciencia que requeriría un nuevo modelo educativo, encaminado a dignificar el pensamiento contemplativo –no solo el técnico-, el amor del corazón y la nobleza de los instintos animales.Conocedor y estudioso de George Gurdjieff desde antes de cumplir 20 años, Claudio Naranjo destaca la importancia de conocer los condicionantes de la propia personalidad para poder trascenderlos y que el contacto con Dios no responda a una pasión más, sino que sea el acceso profundo al verdadero sabor de lo divino.Para Claudio Naranjo, las religiones han venido al mundo, como los distintos colores, para formar el blanco y todas están llamadas a converger en la Comunión de los Santos. Por eso critica los dogmatismos limitantes y separadores que se dan con frecuencia en la gente considerada religiosa en el sentido tradicional. Todo en su discurso, salpicado de referencias a maestros de un inmenso abanico de filosofías, es amor por el conocimiento del ser humano. Vibrante y contagioso.
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Fundación Ananta: ¿Qué podemos esperar de esta crisis económica?
Claudio Naranjo: Es una crisis mucho más amplia: la crisis financiera, que va de la mano de la crisis de un sistema económico, es también la crisis de la justicia, junto con la ecológica. Yo creo que es incluso la crisis de la civilización como la conocemos; se quiebra un sistema muy antiguo de vida, y creo que no sea esto sólo resultado del capitalismo, sino que, más profundamente, de hábitos y actitudes consubstanciales a nuestra civilización, que ya se nos hacen obsoletos.
FA: ¿Qué es lo que está en jaque entonces?
CN: Mi punto de vista es que es la crisis de la civilización es la crisis de la sociedad patriarcal, es decir: del dominio de lo masculino por sobre las otras dos partes del ser humano, que son madre e hijo. Cada uno tenemos tres cerebros, de los que últimamente habla todo el mundo, que tienen que ver con el intelecto, con la emoción o el amor, y con el instinto—la animalidad, la libertad, la sabiduría animal, la autorregulación organísmica.
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FA: ¿Cómo encaja esa trinidad en términos de civilización?
CN: En la historia de la Humanidad pareciera que hubo ante todo una fase anárquica, como en el orden animal, en que cada individuo se mandaba a sí mismo, (orden político que se pudo sustentar incluso como ideal aún en tiempo del antiguo pueblo judío—cuando se decía que el único rey era Dios. Cada individuo en tal orden se remite a una inspiración divina, o “al Tao” dirían los chinos. Luego se llegó en la evolución humana a una fase “matrística”, como se la ha llamado, cuando nos hicimos sedentarios y surgió la voz de la comunidad como una fuerza política; y por último nace lo que llamamos la “civilización”, pues la vida del neolítico—es decir la vida de los poblados agrícolas arcaicos—se sitúa todavía en lo que se llama la prehistoria. Con el dominio de lo masculino empieza la civilización y durante mucho tiempo se ha exaltado la civilización como la forma más funcional y más feliz de la vida social. Comienzan con ella el alfabeto, el calendario, empiezan los grandes templos… y no se dudaba que ello había significado un gran progreso,
FA: ¿Cuáles son los inconvenientes en ese proceso?
CN: Se está haciendo cada vez más evidente con el pasar de los años, que ésa fue justamente la época en que empezaron las guerras, y en la que, antes de que se estableciera la esclavitud generalizada, el pater familias se estableció como dueño de la mujer y de los hijos. Con esta toma de posesión, a través de la cual el hombre puede mandar a la guerra a los hijos y tratar a la mujer como esclava, comenzó la esclavitud y se inició la historia de la injusticia social. El mando central siempre empieza como un intento de servir y organizar, pero se corrompe; y llevamos muchos milenios de corrupción.
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FA: Parece que la corrupción afecta a todos los órdenes…
CN: Lo que pasa hoy en día no es sólo que la corrupción se ha refinado, sino que la Tierra ya no da para ese tipo de orden explotador, conquistador y derrochador; ya no hay tierras nuevas que conquistar, no hay un más allá donde echar la basura. El orden agresivo y guerrero, perfeccionado con la tecnología, se encuentra en un espacio cerrado y se hace letal. La crisis es el resultado de un mal antiguo que se complica ahora con la sobre población, con el agotamiento de los recursos, y con el paso del tiempo, y ello nos obliga a revisar algo muy antiguo que podemos comprender como un orden injusto desde la partida, pero uno que fue necesario seis mil años atrás, cuando tuvimos que sobrevivir a la desertificación de una amplia zona de la tierra que iba desde el Sahara hasta las estepas rusas, en la que nació la agricultura. Cuando los pueblos en ella tuvieron que migrar se hicieron bárbaros, en cierto modo, porque tuvieron que sobrevivir con un poco de rapiña, insensibilizándose frente al hambre, dejando a los hijos atrás. Es seguramente entonces que en respuesta a esta emergencia histórica, el hombre tomó el poder sobre la mujer, y la razón sobre la sensibilidad.
FA: Ahora es distinto y empieza a valorarse lo femenino…
CN: En el sentido simbólico, pudiéramos decir, pues no se trata tanto de un debate entre hombres y mujeres, ni de una simple igualdad de oportunidades, sino del predominio de la razón pura sobre el amor, y sobre la animalidad, que siempre fue aplastada por la actitud patriarcal de dominio de la naturaleza—no sólo externa sino interna. Yo pienso en la sociedad sana como en una extensión de lo que sería la salud individual, y eso lo entiendo como la unión de nuestros tres cerebros, que están siempre en conflicto, desvinculados, desintegrados. Parte de la desesperanza de hoy está asociada a la sensación de que no hay salida, de que no hay nada que se pueda hacer y eso está un poco alimentado por la prensa, por el sistema, que nos hace sentir impotentes. Hoy se desconfía de toda ideología, que no está de moda ni siquiera en filosofía, pues el post modernismo se rebela contra toda gran idea, y contra la posibilidad de un peligro ideológico, ya que hemos comprendido que las ideas son una fuente de poder.
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FA: ¿Hay salida?
CN: Yo creo que hay la salida de un cambio masivo de la conciencia, pero para eso sería necesario un cambio radical en el modelo educativo. La educación es la única forma de prevenir el deterioro de la mente de los niños. Desescolarizarlos, como decía Ivan Illich, es decir no programarlos sistemáticamente para la sociedad patriarcal, tal vez sería estar ya un poco ahí, pero no me parece suficiente.
FA: ¿Cómo sería ese nuevo modelo educativo?
CN: Se necesita una verdadera educación; una educación para el desarrollo humano, que aun no se ha creado. Yo pienso en un modelo desde luego holístico, en el que no solo se eduque el pensamiento técnico hacia el dominio del mundo externo, sino también el pensamiento contemplativo, que implica el conocimiento de sí, tanto en el sentido psicológico como en el sentido más profundo. Pero no solo se debe atender al pensamiento, sino que también a una educación de la capacidad amorosa (una “educación del corazón”) y una liberación del animal interior, que ha sido implícitamente criminalizado. Tendríamos que recuperar lo que tienen los pueblos indígenas: esa percepción de la nobleza de los animales que nace desde la empatía, es decir desde la identificación con la nobleza del organismo humano, en el que, como dice el esoterismo occidental, están enterrados todos los dioses. Y desde luego será importante cultivar la creatividad; ya que somos seres potencialmente creativos. Uno de los máximos investigadores de creatividad en el mundo en este momento, el norteamericano Alfonso Montuori, ha dicho algo muy interesante: no es que Dios sea el creador del mundo; sino que Dios es la creatividad misma. .
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FA: ¿Se ha acabado la época de los maestros?
CN: Depende de lo que se quiera decir con esa frase. Si uno quiere aprender a pintar, uno puede recibir gran ayuda de un pintor; si uno quiere aprender música, comprenderá que es difícil hacerlo de forma autodidacta; aprender piano sin ir a clase es difícil, y teatro, más aún. Y ello no es menos cierto en el mundo del Espíritu. Además de que se aprende de los que saben, y que los que saben, saben guiar a los aprendices, existe un fenómeno de inspiración, y de contagio, incluso, desde el maestro, que es un gran don. Lo que está pendiente es trascender el modelo occidental de maestro, de manera que la enseñanza se libere del autoritarismo. El autoritarismo es más difícil de diferenciar de la verdadera autoridad de lo que pudiera parecer a través de las palabras, ya que hay mucho fraude. Así como hay muchos autoritarios que pretenden no serlo, hay muchos pseudo maestros, y además hay maestros verdaderos que pueden utilizar justificadamente formas autoritarias entre gente autoritaria. Como decía Mahoma, “hay que hablarle a cada uno en su lenguaje”. Yo tengo un maestro tibetano, y veo que los tibetanos usan el trono, la corona y todos los símbolos de poder que nos preciamos de haber dejado atrás con las viejas monarquías, pero ello tiene un poder evocador que le hace sentir a uno que tiene que hacerse pequeñito ante ellos para aprender, y eso sirve para contrarrestar nuestra arrogancia. Aunque sea cierto que somos todos iguales, es también cierto que a lo que más se parece un verdadero maestro es a un padre o a una madre para un niño pre-verbal. El bebé debe sentir que los padres están en un mundo inmenso; ese sentimiento produce no sólo que uno venere sino que el discípulo/hijo absorbe a través del propio respeto que se genera.
FA: ¿Cuál es el sentido de incorporar la dimensión espiritual en psicoterapia?
CN: Pienso que somos interiormente padre, madre e hijo. Tenemos un cerebro intelectual que es como el padre, en que neurofisiológicamente tiene una posición jerárquica o de mando en nuestro sistema, como el cochero tradicional que lleva las riendas del coche; tenemos también un cerebro amoroso que hemos heredado de los mamíferos, y tenemos un cerebro instintivo, que nos viene de los reptiles, y que es como nuestro niño interior. Podemos comprender el Espíritu como el vértice de una pirámide de base triangular, constituida por nuestro cerebro trino, y ese vértice no es tanto una cuarta entidad, sino algo así como un espacio vacío en el cual nuestras restantes tres componentes se pueden integrar: la síntesis misma de todo, y por ello no se puede designar con palabras. A lo que más se parece ese vacío de síntesis es a la conciencia vacía, neutra, desapegada que se desarrolla con prácticas espirituales como la meditación. El no identificarse con nada es lo que puede permitirnos adquirir esa mirada que se atribuye a Apolo, cuyas flechas certeras matan a los monstruos: una mirada que mira desde lejos, desde la distancia del desapego, y por ello tiene el poder de la verdad. Podemos decir que la psicoterapia es una manera de entrar en los problemas para resolverlos, en tanto que la espiritualidad es una vía de resolución de problemas que toma distancia de ellos, trascendiendo ambas partes del conflicto y remontándose a otro nivel. Ese doble movimiento entre lo dionisíaco y lo apolíneo, es muy potente. La terapia va más rápida cuando se da el elemento contemplativo y la meditación va más allá cuando se reconocen los problemas y las verdades.
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FA: ¿Las religiones también ayudan?
CN: Me estoy volviendo enemigo de las religiones. A medida que pasa el tiempo me gusta menos el contacto con la gente religiosa, o por lo menos me siento menos en casa con ellos, por más que acepte su manera de pensar y sus prácticas. Cuando tuve ocasión de participar en el último Parlamento de las religiones, mi tema fue el de “La contaminación patriarcal de las religiones en Occidente”. Aunque ha sido grande mi veneración hacia la tradición judía –y se me ha reconocido como rabino-, y por mucho que haya bebido de las fuentes del sufismo –como discípulo de Idries Shah y de Suleimán Dede, además de Óscar Ichazo, a quien se pudiera considerar un sufi-, veo en las corrientes tradicionales mucho fanatismo, mucha guerra de escuelas, mucho dogmatismo, y poco el encontrarse en ese punto donde debían llegar todos los caminos. En los tiempos de la Nueva Era en California, durante los años sesenta, yo veía cómo sentían los religiosos la amenaza de la nueva conciencia, que hacía que los jóvenes se les estuviesen alejando. Y uno podía ver que esos jóvenes de la contracultura compartían en cierta medida una experiencia crística al sentirse movidos a eso de “Deja padre y madre y sigueme”; era gente que seguía al Espíritu, y una vez escuché a un maestro zen decir: “Buda era un hippy: lo dejó todo para buscar”. Luego a esa gente se le empezó a criticar por irresponsable y es claro que hay un choque, pues uno que sigue su espíritu de búsqueda no encuentra lo que busca en las iglesias tradicionales, en que todo lo que se ofrece está unido a sistemas simbólicos añejos y complicados por un espíritu moralista. Ha degenerado la virtud en moral, y la virtud es algo muy diferente, que tiene que ver con el cultivo de un estado interior, con la presencia del Espíritu, y no con normas, que son parches a los que se recurre cuando falta el sentido profundo.
FA: ¿Cuándo comenzó su inquietud espiritual?
CN: Antes de cumplir veinte años, mi vida fue tocada profundamente por dos personas que no se conocían entre sí, Tótila Albert y Gurdjieff, y trasmitían el mismo mensaje: la idea de la unión de los tres “centros” o personas interiores en el hombre completo—como la salida a los problemas humanos, que entendían como resultado de la desintegración. Luego fui a California en busca de un guía más específicamente terapéutico, y conocí a Fritz Perls. Pudiera decir que era un maestro que ejercía de terapeuta; tenía la presencia de un maestro zen y una gran intuición, y lo que yo avancé con él se lo debo a la entrega que me inspiraba la confianza en su maestría. Hoy muchas personas piensan que yo soy el que más representa su herencia en el mundo, y pienso que se deba sobre todo a la profundidad de mi entrega, más que a la duración de mi aprendizaje con él.
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FA: También conoció el sufismo y el budismo de la mano de grandes maestros
CN: A continuación viví mi época sufi; y me significó mucho la persona de Idries Shah, pero sobre todo me resultó un puente hacia Óscar Ichazo, un boliviano de quien yo había oído hablar como un sufi, aunque en su primer discurso ante un grupo que organicé yo mismo y se reunió durante algunos meses en Arica, al norte de Chile, explicó: “no digan que yo soy sufi: más exactamente soy un representante de la tradición profética occidental”, en referencia a la unión de las tres religiones en la escuela madre de Gurdjieff, que muchos andábamos buscando. Luego entré en el budismo; había tenido contacto con Suzuki Roshi, y empecé a meditar según sus instrucciones, y luego tuve contacto con la tradición Theravada a través de una serie de maestros que incluyeron a Dhiravamsa, como Rina Sirkar, originaria de Buthan,Taungpulu Sayadaw, de Birmania y también Goenka… pero lo más profundo que he vivido y aprendido ha sido con los tibetanos; Mi maestro principal ha sido Tarthang Turku, pero he recibido enseñanzas de muchos, y muchas iniciaciones de Su Santidad el Karmapa (el anterior al actual Karmaza), a quien se consideraba la cabeza de la jerarquía mística del Tíbet, (así como el Dalai Lama ha sido el jefe político).
FA: ¿Ha pasado temporadas en el Tíbet?
CN: Nunca he estado allí; he tenido la suerte de que el maestro que encontré, o que me encontró, se vino a vivir a Berkeley. Soy la única persona que tiene contacto con él, se mantiene aislado del mundo, rodeado sólo de aquellos que trabajan para él, que ha dedicado al rescate de los libros sagrados tibetanos, que imprime y los distribuye en el mundo budista oriental para que los lamas en el exilio puedan continuar su formación. También se ha ocupado durante muchos años de la construcción de un templo enorme, bellísimo, en el norte de California, (y dudo que haya una construcción tan impresionante en el mundo). Aparte de los que lo están construyendo, pocas personas han entrado allí, y creo que será algún día el centro de peregrinación del budismo que siga a Bodhgaya, en la India. Es un hombre dedicado a grandes obras, pero a menos que sus discípulos sean muy invisibles, pareciera que haya puesto en mí su único huevo.
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FA: ¿Todos los caminos espirituales llevan al mismo lugar?
CN: Todos los que llegan al fin del camino llegan a una conciencia única, una “Comunión de los Santos”; según el camino recorrido, se expresa la realización con un distinto trasfondo de experiencia. hablamos del Cristianismo como la religión del amor, y el Budismo nos parece más bien la del desapego aunque el Buda viva la compasión como Cristo, y ambas religiones sean a la vez vías de renuncia y de compasión. El Taoismo nos impresiona como la religión de la espontaneidad, y el Confucionismo, la de la ley, de modo semejante a como en el Judaismo se hace hincapié en los ritos precisos y en las relaciones humanas. Cada religión tiene su especialidad como si hubieran venido al mundo como los distintos colores para formar el blanco.
FA: ¿Para qué sirve conocer el propio eneatipo?
CN: Gurdjieff decía que el ser humano es una máquina, y hoy en día podemos decir que aunque la palabra “psicología” signifique el estudio del alma, más bien se ocupa de nuestra naturaleza condicionada. No nos damos cuenta de hasta qué punto estamos condicionados; es decir, hasta qué punto nuestro funcionamiento está ceñido a ciertos hábitos del pensar y del sentir, y hasta del querer.Los eneatipos constituyen síndromes de la personalidad que se corresponden bastante bien con los de la experiencia clínica en los trastornos de personalidad, pero aparte de incluir niveles convencionalmente sanos—es decir “normales”—se corresponden con los “pecados” de la antigüedad. Lo que tradición patrística cristiana llama los pecados capitales -la ira, la envidia, la pereza…-, es un conjunto de estados interiores que podemos describir como enemigos de la esencia. Según los padres de la iglesia, llegar a pacificarlos, (es decir, alcanzar una paz profunda más allá de esas pasiones) nos permite llegar al verdadero amor de Dios; (y no quiero decir una pasión religiosa, sino el verdadero sabor de lo divino).Aunque siempre ha sido evidente que existen tipos humanos, y los reconoce la experiencia clínica, el eneagrama constituye un mapa muy abarcador. Yo que tuve el hobby del estudio de personalidad durante muchos años, y estudié el tema en diversas universidades con especialistas de diversas escuelas, y encontré en el eneagrama algo que englobaba todas las observaciones que había encontrado en el mundo académico y más.
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FA: Estudiar tanto la propia personalidad ¿no puede resultar un camino egoico? CN: Es muy difícil despojarnos de nuestro ego, pero me parece que para llegar a ello nos conviene llegar a reconocerlo primero. Naturalmente todo lo que sirve como vía de liberación puede contaminarse y volverse un “camino egoico”, pero sólo existen los rubíes falsos porque existen los verdaderos.
FA: Volviendo a la crisis, para cerrar, ¿Obama puede ser un punto de inflexión?
CN: Como prólogo diré que yo me sentía muy entusiasmado cuando ganó Michelle Bachelet en Chile, mi país de origen, no sólo par ser mujer y por sus antecedentes, sino porque llegué a conocerla y me gustó mucho; pero no veo que haya podido cambiar las cosas. Creo que vivimos en una era en que la política es tal que, cuando alguien llega al poder, se descubre una inesperada situación de impotencia. Un presidente se ve sujeto a tantas presiones políticas y comerciales que no siento un gran optimismo. Me parece que hay un juego electoral que se parece demasiado al fútbol, que agrupa patriotismos y partidismos y contribuye a hacernos sentir que vivimos en un mundo democrático. Pero si alguien insistiese firmemente en realizar lo que anunció durante su periodo electoral, sin duda lo matarían. Otros prefieren sobrevivir, y terminan enterrando sus ideales.
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FA: ¿Entonces no hay salida?
CN: El problema somos nosotros; nadie se considera a sí mismo como el verdadero problema, aunque colectivamente es bastante claro que el problema de la sociedad es el resultado de una conciencia que compartimos las personas. Me parece que la única salida es a través de una nueva educación, que debería ser una prioridad política para aquellos que detentan el poder. Aunque no puedan cambiar la economía o el armamentismo, estaría dentro de lo posible la instauración de una educación para la evolución personal y social. Cambiando la educación, la próxima generación sería algo más sana, sabia y benévola que la nuestra.

Fuente: Fundación Ananda

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