Si conoces el camino, conoces la meta, ya que la meta no se encuentra precisamente al final del camino, sino que está a todo lo largo de él: en cada momento y en cada paso, ahí esta la meta. No es que tú alcances la meta cuando llegas al final del camino, en todo instante, te encuentres donde te encuentres, si estás en el camino, estás en la meta.
De ahí que los taoístas no hablen de Dios, no hablen del moksha, del nirvana o de la iluminación. No hablan para nada de eso.
Su mensaje es muy simple: Tienes que encontrar el camino, recorrerlo.
El camino no tiene mapa, no está indicado, no es aquel que podáis encontrar siguiendo a alguien.
El camino no es una autopista, en realidad, es como el pájaro que vuela en el cielo sin dejar huella tras de sí. El pájaro ha volado, y no ha dejado rastro alguno para poder seguirlo. Es un camino invisible, no está trazado, no está a la vista. Tendrás que recorrerlo por tus propios medios, puesto que no te servirán los medios de los demás
Buda recorrió el suyo, Lao Tsé recorrió el suyo, y Jesucristo recorrió el suyo
El cristianismo, el hinduismo, y el mahometismo entre otros, son autopistas, en ellas no tienes necesidad de arriesgar nada, sólo tienes que limitarte a seguir a la multitud.
Con el Tao tienes que ir tú solo, el Tao respeta a lo único, no a la masa; el Tao respeta la libertad, no la conformidad.
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