8 ago 2010

LEONARDO BOFF:La Verdadera Crisis de la iglesia




La crisis de la pedofilia en la Iglesia romano-católica no es nada en comparación con la verdadera crisis, esta sí, estructural, crisis que concierne a su institucionalidad histórico-social.

No me refiero a la Iglesia como comunidad de fieles. Ésta sigue viva a pesar de la crisis, organizándose de forma comunitaria, y no piramidal como la Iglesia de la Tradición. La cuestión es: ¿que tipo de institución representa a esta comunidad de fe? ¿Cómo se organiza? Actualmente, ella aparece como desfasada de la cultura contemporánea y en fuerte contradicción con el sueño de Jesús, percibido por las comunidades que se acostumbraron a leer los evangelios en grupos y hacer así sus análisis.

Dicho de forma breve pero sin caricatura: la institución-Iglesia se sustenta sobre dos formas de poder: uno secular, organizativo, jurídico y jerárquico, heredado del Imperio Romano y otro espiritual, asentado sobre la teología política de San Agustín acerca de la Ciudad de Dios que él identifica con la institución-Iglesia. En su montaje concreto no cuenta tanto el Evangelio o la fe cristiana, sino estos poderes que reivindican para sí el único «poder sagrado» (potestas sacra), incluso en su forma absolutista de plenitud (plenitudo potestatis), en el estilo imperial romano de la monarquía absolutista. César detentaba todo el poder: político, militar, jurídico y religioso. El Papa, de manera semejante, detenta igual poder: «ordinario, supremo, pleno, inmediato y universal» (canon 331), atributos que solo caben a Dios. El Papa institucionalmente es un Cesar bautizado.

Ese poder que estructura la institución-Iglesia se fue constituyendo a partir del año 325 con el emperador Constantino y fue oficialmente instaurado en 392 cuando Teodosio, el Grande (+395) impuso el cristianismo como la única religión del Estado. La institución-Iglesia asumió ese poder con todos los títulos, honores y hábitos palaciegos que perduran hasta el día de hoy en el estilo de vida de los obispos, cardenales y papas.

Este poder adquirió, con el tiempo, formas cada vez más totalitarias y hasta tiránicas, especialmente a partir del Papa Gregorio VII que en 1075 se autoproclamó señor absoluto de la Iglesia y del mundo. Radicalizando su posición, Inocencio III (+1216) se presentó no sólo como sucesor de Pedro sino como representante de Cristo.

Las personas de hoy ya no aceptan una Iglesia autoritaria y triste, como si fuesen a su proprio entierro. Pero están abiertas a la saga de Jesús, a su sueño y a los valores evangélicos. Su sucesor, Inocencio IV (+1254), dio el último paso y se anunció como representante de Dios y por eso señor universal de la Tierra, y podía distribuir porciones de ella a quien quisiera, como se hizo después a los reyes de España y Portugal en el siglo XVI. Sólo faltaba proclamar infalible al Papa, lo que ocurrió bajo Pio IX en 1870. Se cerró el círculo.

Ahora bien, este tipo de institución se encuentra hoy en un profundo proceso de erosión. Después de más de 40 años de continuado estudio y meditación sobre la Iglesia (mi campo de especialización) sospecho que ha llegado el momento crucial para ella: o cambia valientemente, encuentra así su lugar en el mundo moderno y metaboliza el proceso acelerado de globalización, y ahí tendrá mucho que decir, o se condena a ser una secta occidental, cada vez más irrelevante y vaciada de fieles.

El proyecto actual de Benedicto XVI de «reconquista» de la visibilidad de la Iglesia contra el mundo secular está destinado al fracaso si no procede a un cambio institucional. Las personas de hoy ya no aceptan una Iglesia autoritaria y triste, como si fuesen a su proprio entierro. Pero están abiertas a la saga de Jesús, a su sueño y a los valores evangélicos.

Este crescendo en la voluntad de poder, imaginando ilusoriamente que viene directamente de Cristo, impide cualquier reforma de la institución-Iglesia pues todo en ella sería divino e intocable. Se realiza plenamente la lógica del poder, descrita por Hobbes en su Leviatán: «el poder quiere siempre más poder, porque el poder sólo se puede asegurar buscando más y más poder». Una institución-Iglesia que busca así un poder absoluto cierra las puertas al amor y se distancia de los sin-poder, de los pobres. La institución pierde el rostro humano y se hace insensible a los problemas existenciales, como los de la familia y la sexualidad.

El Concilio Vaticano II (1965) trató de curar este desvío por medio de los conceptos de Pueblo de Dios, de comunión y de gobierno colegial. Pero el intento fue abortado por Juan Pablo II y Benedicto XVI, que volvieron a insistir en el centralismo romano, agravando la crisis.

Lo que un día fue construido, puede ser deconstruido otro día. La fe cristiana posee fuerza intrínseca para, en esta fase planetaria, encontrar una forma institucional más adecuada al sueño de su Fundador y más en consonancia con nuestro tiempo. Δ

Leonardo Boff. Teólogo

La religión no se encuentra en el Corán o en la Biblia, está en nuestros corazones, en nuestras acciones, en nuestra práctica. La religión no se halla en una iglesia, en una mezquita o en un templo, sino en la forma de relacionarnos con los otros humanos, con los animales, con los bosques, con los pobres y oprimidos, con los enfermos y los moribundos.  Curar al herido, compartirnos con otros, escucharles, ser amables, abiertos y humildes son expresiones inmediatas y prácticas de la verdadera religión. Por lo que uno debería ser libre de practicar la religión que le plazca, pero sin el peso de la responsabilidad, de la arrogancia y la exclusividad.

1 comentario:

  1. Anónimo20/9/12

    Lamentablemente El Sr. Boff dice llevar 40 años estudiando a la Iglesia de Cristo pero esta claro que no le han bastado para entender mucho. Solo puede ver ciertas cosas de forma pero obviamente no conoce el fondo. Al menos como algunos de nosotros Católicos lo vemos. La verdad es que la Iglesia Católica es la institución más antigua en la tierra, no existe ninguna que se compare en antigüedad y por ende en su supervivencia. Todos los momentos de su existencia han sido complicados, difíciles, de constante crisis. Siempre ha remado contra corriente por una razón o por otra. Es la institución más atacada en la historia cuando ha tenido el poder y cuando no lo ha tenido también. Precísamente por esto un Católico de verdad puede darse cuenta de su fortaleza, que no proviene de hombre alguno, sino del mismo Espíritu Santo que Cristo anunció para su protección. Por esta razón la Iglesia como la conocemos hoy es básicamente la misma de hace miles de años y seguirá siendo la misma durante toda la historia de este mundo. No necesita cambiar en sus dogmas y autoridad. Acaso la verdad cambiá? si lo hiciera significaría que nunca fue verdad. Hay que ser muy humilde para poder ver la verdad porque la verdad es una persona, y ese es Jesucristo.
    Estos artículos solo sirven para que los que creemos fírmemente reafirmemos nuestra fe y obediencia a quién el mismo Cristo dejó encargado como su vicario, pero los que dudan están en el peligroso terreno de confundirse y perderse en el vasto océano del relativismo y las verdades a medias. Amigos, cuando lean artículos como estos les sugiero que los comenten con gente que verdaderamente sabe lo que es el Cristianismo Católico. Ahí esta la verdad. Paco Navarrete

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