12 nov 2016

Jordi Pigem: “El universo es inmaterial, mental y espiritual”

Tengo 52 años. Nací en Barcelona y vivo en l’Escala. Soy doctor en Filosofía y escritor. Vivo en pareja y tengo un hijo, Marc (10). ¿ Me atraen el budismo zen, el taoísmo y el misticismo cristiano del maestro Eckhart.
Qué le hizo filósofo?
Una ventana.

¿Una ventana?
De niño me asomaba, miraba el cielo y me preguntaba: “¿Para qué estoy aquí?”. Me gustaba la ciencia... hasta que supe que mis preguntas eran para la filosofía.
Y se dedicó.
Sí, aunque empecé siendo periodista ecologista en la revista Integral: creía que la información mejoraría el mundo.
¿Y no?
Tenemos más información que nunca... ¡y destruimos como nunca! Tenemos ciencia sin conciencia. Y me doctoré en Ciencia Holística en el Schumacher College, Inglaterra.
¿Qué enseña esa disciplina?
Que los últimos hallazgos de la ciencia indican que el paradigma materialista se agota.
¿Qué es el paradigma materialista?
Desde Galileo y Descartes, la ciencia sostiene que sólo existe lo mensurable. Y hemos antepuesto lo material a lo inmaterial: el dinero al alma. ¡Pero resulta que lo más importante es lo que no puede medirse ni pesarse!
¿A qué se refiere?
A la bondad, la belleza, la amistad, el amor, la justicia..., ¡y al mismísimo universo!
¿El universo no puede medirse?
La ciencia sólo puede conocer el 4% del universo: el 96% es materia y energía oscura, ¡indetectable! La ciencia llega a un cul-de-sac.
¿Conclusión?
El paradigma materialista y mecanicista se agota en el macrocosmos –es relativista– y en el microcosmos –es cuántico–, así que toca otro paradigma: el posmaterialista.
¿En qué consiste?
Lee el final de este artículo en la prestigiosa revista Nature: “El universo es inmaterial, mental y espiritual”.
¡Ostras! ¿Quién dice esto tan gordo?
Richard Conn Henry, físico y astrónomo de la Universidad Johns Hopkins, y concluye así: “¡Vive y disfruta!”.
¡Un científico! ¿Posmaterialista?
Claro, el universo no lo forman cosas, sino relaciones: es un océano de relaciones, vibrátil, esporádicamente manifestado en cosas, en átomos, ¡como en el océano las olas!
Muy bonito.
Y real. Ahora mismo, mientras hablamos, están obrándose prodigios en ti y en mí.
¿Qué pasa?
Todas tus células, ¡decenas de billones de células!, cada una única y distinta, se intercambian moléculas del modo idóneo, preciso, exacto: por eso vives y sigues sano.
Benditas sean.
Lo hacen con más eficacia, productividad y sostenibilidad que cualquier fábrica.
¿Cómo lo explica el posmaterialismo?
¡Inteligencia vital! Así la llamo. Porque la inteligencia es connatural a la vida. La vida es inteligente, o no es vida.
¿Una ameba es inteligente?
¡Sí! Una bacteria, una célula, una planta, todo animal: ¡inteligencia! Una planta aprende, memoriza, tiene percepción e intención. Como toda forma de vida. No hay vida sin inteligencia, ni inteligencia sin vida.
Sí, hay inteligencia artificial.
Si no siente, no hay vida: no hay inteligencia. Altísima capacidad de cálculo, sí. Dice Magnus Carlsen, campeón mundial de ajedrez: “Yo veo la jugada, la siento”. No dice “pienso”, dice “siento”: ¡inteligencia vital!
Defina inteligencia.
Capacidad de responder creativamente y de manera óptima al entorno. La araña teje telas cinco veces más resistentes que el acero en relación con su peso... ¡Inteligencia vital!
“La naturaleza es sabia”, decimos.
“La naturaleza se esmera en crear las formas más bellas y maravillosas”, dice Darwin en El origen de las especies. ¡Inteligencia vital!
¿Y qué hay de nuestra humana inteligencia, de nuestro cerebro?
Eres cocreador de realidad, participas del universo, tu conciencia crea. Así lo avanzó el gran físico Schrödinger: “La base de la realidad no es la materia, es la conciencia”.
Voy de sorpresa en sorpresa.
“Lo no observado no existe”, predicó el físico Bohr. ¡Eres cocreador de la realidad! El posmaterialismo se abre a lo inmaterial: valores, intenciones, conciencia, lo que la ciencia no contempla.
¡Pero la ciencia nos ha dado muchísimo!
Muchísimo..., pero al tirar el agua sucia de la bañera (la superstición, el dogma) tiró también al viviente bebé que había dentro.
Rescáteme al bebé.
¡El corazón! Tu corazón tiene sus neuronas, ¿lo sabías? Y está enviando más información a tu cerebro que al revés.
¡No sabía eso tampoco!
Fíjate: cuándo dices “yo”.., ¿dónde te apuntas con el dedo? ¿A la cabeza, al cerebro?
Me apunto al pecho, al corazón.
¡Sí, porque ahí estás tú! El sánscrito tiene una sola palabra ( cit) para mente y corazón. Y decimos que el corazón “se me hiela”, “se me parte”, “se me abre”, “lo tengo en un puño”..., o “eres de buen corazón”.
¿Puede responder ya a la primera pregunta de su vida: “¿para qué estoy aquí?”?
Sí, creo que ya puedo: ¡para descubrirme! El propósito de la vida es descubrirte a ti mismo en plenitud.

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