Parece contradictorio que, en nuestra vida moderna, donde continuamente la tecnología evoluciona para ahorrarnos tiempo, cada vez vayamos más acelerados. Parece que todo es una carrera, y tratamos de meter en cada minuto del día la mayor cantidad posible de tareas.
A veces necesitamos sentirnos ocupados. Si no estamos ocupados nos sentimos perezosos e improductivos. De hecho, a menudo competimos tratando de demostrar lo ocupados que estamos. ¡Tengo mil proyectos que hacer! ¿Ah, sí? ¡Pues yo tengo 10.000! El ganador es la persona que tiene el horario más loco, que se precipita de una tarea a otra sin perder la energía, porque eso significa que es más exitoso e importante.
Tal vez estamos jugando al juego equivocado. Tal vez vamos a la velocidad equivocada. Tal vez si estamos constantemente corriendo, nos vamos a perder la oportunidad de la vida misma. La vida se mueve a un ritmo tan rápido que nos parece que se está pasando sin poder disfrutar de ella.
Sin embargo, no tiene porqué ser así. Nos podemos rebelar en contra de ese ritmo agitado, y reducir la velocidad para disfrutar de la vida. Disminuir la velocidad es una elección consciente y no siempre es fácil, pero conduce a un mayor aprecio por la vida y a un mayor nivel de felicidad.
2.- Dejar de hacer lo innecesario
Es difícil reducir la velocidad si tratas de hacer miles de cosas. En su lugar, toma la decisión consciente de hacer menos. Revisa tus tareas y compromisos, y determina qué es lo realmente importante. Con cada una, pregúntate: “¿Cómo es de necesario que yo haga esta tarea? ¿Qué pasaría si no la hago? ¿Cómo puedo eliminarla, delegarla, automatizarla?” Céntrate en hacer las cosas importantes, y deja de lado el resto.
Si haces menos cosas, puedes hacerlas a un ritmo más relajado, en lugar de tratar de hacerlas dentro de un horario establecido. Deja espacios de tiempo entre tus tareas y citas, y así podrás moverte a través de tus días a un ritmo más pausado.
Esta regla se aplica no sólo a tu vida laboral, sino a tu vida en general -hacer menos recados, tareas, actividades de ocio, etc.- con el fin de tener un horario más relajado.
2.- Estar presente
2.- Estar presente
No es suficiente con hacer menos, también es importante ser realmente consciente de lo que estás haciendo en este momento. Practica el Mindfulness: aprende a vivir en el presente, en lugar de pensar tanto en el futuro o en el pasado.
Eso significa que, cuando te encuentras pensando en algo que tienes que hacer, o algo que ya ha ocurrido, o algo que podría suceder… lleva suavemente tu pensamiento a tu momento presente.
Concéntrate en lo que está pasando en este momento. Cuando comas, aprecia completamente tu comida. Cuando estás con alguien, está con esa persona plenamente. Cuando estás caminando, aprecia tu entorno, sin importar dónde te encuentres.
Esto requiere práctica, pero es esencial.
3.- Desconectar
3.- Desconectar
Practica la desconexión de vez en cuando. Apaga todos los aparatos electrónicos. Apaga el teléfono. Apaga Internet. La televisión. Estar conectados todo el tiempo significa que estamos sujeto a interrupciones, totalmente estresados pendientes a la información que entra, estamos a merced de las demandas de los demás. Es difícil reducir la velocidad cuando siempre se está comprobando los mensajes entrantes.
Desconecta y dedica ese tiempo a hablar, jugar, leer un libro o dar un paseo al aire libre. Si apagar tu teléfono móvil te resulta difícil en un principio, empieza desactivando todas las notificaciones de mensajería instantánea, redes sociales, correo electrónico… Desconecta Internet de tu móvil por un tiempo, quizás 15 minutos o una hora.
Haz la prueba: ten un día entero tu teléfono apagado. O mejor, déjatelo en casa. Sí, puede parecer muy drástico, pero créeme: sobrevivirás. Y te sentirás más libre y relajado. Disfrutarás más de la vida.
4.- Comer conscientemente
4.- Comer conscientemente
En lugar de abarrotar los alimentos en nuestras gargantas tan rápido como sea posible, aprende a comer más lentamente, con atención plena.
Sé consciente de cada bocado, aprecia los sabores y las texturas. Suelta el tenedor entre bocado y bocado, disfruta de los olores.
Comer despacio tiene la doble ventaja de saciarnos antes y hacer que la comida sepa mejor. Te sugiero que comas alimentos más vivos que puedas -menos procesados- y uses especias en lugar de sal, grasas o azúcar.
Para comer con atención plena es muy importante que comas sentado y sin distracciones: apaga la televisión y el teléfono. ¡Y por supuesto nada de comer delante del ordenador!
5.- Moverse despacio
5.- Moverse despacio
El movernos rápidamente de un lado para otro es consecuencia también del ritmo de vida y el exceso de tareas. Andamos como locos de una cita a otra, llegando tarde y acelerados a todos lados.
Prueba a moverte más despacio. Cuando camines, obsérvate: ¿vas casi corriendo? Afloja el ritmo. Mira a tu alrededor, aprecia el lugar por dónde te mueves, estés donde estés.
Acostúmbrate también a reducir la velocidad cuando conduces. Conducir rápido es bastante frecuente en nuestro mundo de ritmo acelerado, pero también es responsable de una gran cantidad de accidentes, de estrés y de combustible gastado. En su lugar, conduce más despacio. Aprecia tu entorno. Que sea un momento de paz para contemplar la vida y las cosas que te están pasado. La conducción será más agradable y mucho más segura.
La mayoría de las veces estamos constantemente corriendo a citas u otros lugares porque no hemos asignado el tiempo suficiente para la preparación y el trayecto. Si todos los días vas con prisa al trabajo, igual es que tienes que salir 10 o 20 minutos antes. Organiza tu tiempo para llegar puntual y sin prisas a todos sitios.