Es monja desde los 19 años. En el año 1988 pasó a tomar parte de la pequeña comunidad de Puiggraciós, entre 1997 y 2005 asumió la responsabilidad de la Comisión Ibérica del DIM (Diálogo Interreligioso Monástico). Afirma que acercándose a la fe de las otras tradiciones religiosas enriqueció en gran manera su propia fe.
En sus pequeños ojos concentra el gozo de una vida en Dios y para con Dios. En los ojos y en los dedos que expresan también a su manera, cítara por medio, esa misma suerte de comunión con lo Innombrable. Su opción monacal, no es huída del mundo. Ahí está su compromiso con el diálogo interreligioso, con la música espiritual a través de los conciertos que concede. Aquí también su testimonio henchido de esperanza…
¿Qué le ha dado la experiencia del encuentro interreligioso?
Siempre me ha maravillado el descubrir cómo Dios se comunica y se revela a toda persona que Él ama, puesto que la ha llamado a la vida. También ha sido gozoso el descubrimiento de que todas las reli¬giones son caminos de salvación para aquellas personas que buscan a Dios con rectitud de corazón. Sé que Dios, por el mismo hecho de habernos creado, no desea sino entrar en diálogo con nosotros y por eso se ha revelado desde el ini¬cio de la Creación. Nuestro cristianismo no excluye, ni agota el largo diálogo que Dios ha vivido con toda la humanidad. Lo leemos en la carta a los Hebreos: “Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas” (Hb 1,1)
Esto ha sido una agradable sorpresa para mí. Además de parecerme muy coherente, confieso que me ha invitado a una experiencia exigente. Me impele hacia una apertura, llena de respeto, hacia las otras religiones. Ello no supone que yo tenga que relativizar mi fe y mi esperanza cristia¬nas, al contrario. Si las otras religiones son verdaderas manifestaciones de Dios, también son algo que nos pertenece a todos. Esto nos pide más y más una buena formación para el diálogo interreligioso.
Deseando aprender de la sabiduría de las otras religiones, he descubierto la riqueza con que Dios se ha ido revelando a lo largo de nuestra historia. Esto es para mí una llamada interior a maravillarme ante la sacralidad de toda tradición religiosa.
Me gusta sentarme a la mesa de los buscadores de Dios y crear lazos de verdadera amistad con ellos. El encuentro interreligioso es también el arte de saber compartir la teología del propio corazón con personas a quien Dios ha revelado también su rostro.
Siempre me ha maravillado el descubrir cómo Dios se comunica y se revela a toda persona que Él ama, puesto que la ha llamado a la vida. También ha sido gozoso el descubrimiento de que todas las reli¬giones son caminos de salvación para aquellas personas que buscan a Dios con rectitud de corazón. Sé que Dios, por el mismo hecho de habernos creado, no desea sino entrar en diálogo con nosotros y por eso se ha revelado desde el ini¬cio de la Creación. Nuestro cristianismo no excluye, ni agota el largo diálogo que Dios ha vivido con toda la humanidad. Lo leemos en la carta a los Hebreos: “Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas” (Hb 1,1)
Esto ha sido una agradable sorpresa para mí. Además de parecerme muy coherente, confieso que me ha invitado a una experiencia exigente. Me impele hacia una apertura, llena de respeto, hacia las otras religiones. Ello no supone que yo tenga que relativizar mi fe y mi esperanza cristia¬nas, al contrario. Si las otras religiones son verdaderas manifestaciones de Dios, también son algo que nos pertenece a todos. Esto nos pide más y más una buena formación para el diálogo interreligioso.
Deseando aprender de la sabiduría de las otras religiones, he descubierto la riqueza con que Dios se ha ido revelando a lo largo de nuestra historia. Esto es para mí una llamada interior a maravillarme ante la sacralidad de toda tradición religiosa.
Me gusta sentarme a la mesa de los buscadores de Dios y crear lazos de verdadera amistad con ellos. El encuentro interreligioso es también el arte de saber compartir la teología del propio corazón con personas a quien Dios ha revelado también su rostro.
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Toda religión no es sino un afán por el encuentro de Dios con el hombre y del hombre con Dios.
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