El consumo masivo propio del capitalismo arrastra, con su enorme poder de seducción, a cientos de millones de nuevos adeptos en los países emergentes, mientras otros miles de millones quedan marginados del festín consumista en un mundo de desigualdades escandalosas.
Esta situación, que propicia el tremendo impacto de la huella ecológica humana, amenaza con llevarnos a todos al colapso o a graves regresiones de la vida civilizada.¿Es posible detener esa peligrosa deriva? ¿Es posible un mundo con equidad y ecológicamente sostenible?
Debemos y podemos simplificar y racionalizar el metabolismo social, reducir la huella ecológica de los países ricos y, al mismo tiempo, mejorar las condiciones de vida de esa mayoría de la humanidad que sufre una escasez insoportable y vergonzosa. En efecto, pese a la religión del despilfarro, es mejor vivir con menos.
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