18 abr 2012

OSHO: La Voz Interior



Hay una historia que habla de un mendigo ciego, y un mendigo inválido…Ambos vivían fuera del pueblo, en el bosque. Naturalmente eran enemigos, competidores en el negocio de la mendicidad. Pero un dia el bosque se incendia. El inválido no tenía forma de escapar, pués no se podía mover por sí mismo. Tenia ojos para ver por donde escapar del fuego, pero de que le servía si no tenía piernas…El ciego tenía piernas, podia moverse rápido y salir del fuego, ¿Pero como encontrar el lugar a donde el fuego no llegaba?

Ambos iban a morir en el bosque, quemados en vida. La emergencia era tal que se olvidaron de su competitividad. En situaciones así solo un judío puede permanecer fiel al negocio, y ciertamente estos dos mendigos no eran judíos. De hecho ser mendigo y judío es por principio una contradicción.

Inmediatamente se olvidaron de su rivalidad…era la única forma de sobrevivir. El ciego cogió al inválido en sus hombros, y juntos encontraron el camino para salir del fuego. Uno veía y el otro se movía de acuedo al primero.

Algo así ha de ocurrir en tu interior, aunque en diferente orden. La mente tiene ojos, el corazón tiene el coraje de lanzarse a lo que sea. Debes hacer una síntesis entre los dos. Y en la síntesis, hago incapié en esto, el corazón debe permanecer el maestro y la cabeza el sirviente. Como sirviente tienes una gran ventaja…tu capacidad de razonar. No puedes ser engañado, explotado. El corazón tiene todas las cualidades femeninas: amor, belleza, gracia. La mente es salvaje. El corazón es más civilizado, más inocente.

Un hombre consciente utiliza su mente como un sirviente, y su corazón como un maestro…justo al contrario que en la historia que acabo de contar.

Y esto es muy fácil de hacer para el hombre consciente. Una vez que te has desidentificado de la mente y del corazón, y que eres simplemente un testigo de ambos, puedes ver que cualidades son mayores, que cualidades son la meta. Y la mente como sirviente puede traer estas cualidades; necesita ser guiada y dirigida. Durante siglos, ha ocurrido justo lo contrario; el sirviente se ha convertido en el maestro. Y el maestro es tan educado, tan caballeroso, que no ha luchado. Ha acceptado su esclavitud voluntariamente. El resultado es la locura que domina la tierra.

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