Satish, ¿cómo definirías la espiritualidad? ¿Es algo que
viene de dentro?
La espiritualidad no está dentro de mí, yo estoy dentro de la
espiritualidad. Porque el espíritu es como el aire, está en todos los sitios.
La palabra “espíritu” viene de spiris, que en latín significa respirar, así que
respiramos la espiritualidad.
La gente piensa en la espiritualidad como si fuese un sistema específico de
valores, o de creencias, pero la espiritualidad va más allá de cualquier
sistema de valores o creencias, es la misma realidad en la que vivimos. Por
eso, yo estoy viviendo en la espiritualidad, todos vivimos en la
espiritualidad. Es algo que no puede ser definido, o medido, o analizado,
sencillamente, ahí está. Cuando algo se mide, se convierte en un ejercicio
intelectual.
¿Cuándo sentiste conscientemente que existía un espíritu que te guiaba?
Cuando era muy joven. Me llegó de mi madre y de su manera de ser. Ella era muy
consciente de su sentido de la existencia, y lo comprendí sin necesitar una
explicación intelectual. La manera en que ella vivía su vida, como en el
presente constante, no en el pasado, no en el futuro, y todo lo que hacía tenía
esa especie de cualidad del espíritu. Esto irradiaba de su ser, y en la manera
en que se relacionaba conmigo y con mis hermanos y hermanas, o con cualquier
ser, con las vacas y los camellos, hasta con las mariposas y las abejas... en
cómo se relacionaba con los árboles, y los vegetales que cultivábamos, con las
flores y el agua... En todas las relaciones existía una cualidad que era más
que una cualidad material, más que una cualidad de posesión, de utilidad. Yo
diría que mi madre fue mi primera maestra, de quien aprendí cómo uno puede
estar en contacto con la profunda espiritualidad.
La
iluminación a veces se describe como un camino. Pero ¿hubo etapas específicas
en tu camino que marcaron tu viaje hacia la iluminación?
Yo lo llamaría realización en lugar de iluminación, porque
iluminación es una palabra muy potente, y me es difícil atribuirme una palabra
tan potente. Sólo los demás pueden determinar si una persona es iluminada o no.
Pero el momento en que me realicé entendí que yo no soy un ser separado, que
soy la historia de la evolución entera, que comienzo con el Big Bang. Eso fue
determinante. Esa comprensión de la eternidad, desde el principio del tiempo,
que existe en mí, está presente de una manera u otra. Las formas cambian, las
fórmulas cambian, las apariencias cambian, pero lo que existe en mí estaba ahí
en el primer instante del principio, si es que lo hubo.
También comprendí que las estrellas, la luna, las montañas, los océanos, la
tierra y los seres humanos, y todos los animales y las plantas que viven sobre
la tierra, están hechos de los mismos elementos básicos. De genes, electrones,
protones y átomos, tierra y aire, fuego y agua... espacio y tiempo, luz... y
conciencia. Este tipo de realización lleva al conocimiento de que estoy hecho
de estrellas, es una interrelación. Y si yo existí en el principio, permaneceré
hasta el final, de una forma u otra. No existe un ser sólido y fijo sobre el
que pueda decir “éste soy yo”. Soy una formulación de muchas formas, viviendo
en esa conciencia y en esa espiritualidad de interrelacionismo. Y dado que el
“otro” no es sino yo mismo, y que yo no soy sino el “otro”, la compasión hacia
el otro se convierte en algo natural, porque no siento compasión hacia otro
ser, sino hacia mí mismo. Porque todo está en mí, y yo estoy en todo. Todos
estamos en un estado de interrelación total, pero no nos damos cuenta, y
creemos que yo soy diferente a ti, y un indio es diferente a un paquistaní, y
un hindú es distinto a un musulmán, y un hombre es distinto a una mujer, y
Satish es distinto a Juan, y así. Esta separación es una clase de ilusión, y
esta ilusión se rompió en mí cuando estaba caminando sobre la tierra.
Caminé desde India a Paquistán, Afganistán, Irán, y por Europa del Este, Moscú,
por Europa Occidental, París, Londres, y fui en barco a América. De Nueva York
a Washington, D.C., fueron ocho mil millas de camino, de estar en contacto con
la tierra, viviendo con los elementos, sintiendo las estaciones, sintiendo
todas las conexiones, en las que me di cuenta de que no soy un ser separado,
sino que soy parte de este universo interrelacionado, interconectado,
totalmente dependiente. Y de la Tierra. Así que cuando estás andando sobre la
tierra, la acción de andar es algo que te lleva a esa realización de la
conexión fundamental.
Mi realización de la iluminación vino caminando
por el mundo.
¿De qué
manera Satish Kumar es una persona normal y corriente?
Como cuando tengo hambre, cocino cuando tengo hambre, cosecho alimentos
cuando tengo hambre, y me meto en la cama y duermo cuando estoy cansado y el
trabajo del día ha acabado, y hago todas las cosas que todos hacen, ya sean
animales, seres humanos o cualquiera, con humildad. Ser ordinario es lo más
extraordinario que uno puede hacer. En esa ordinariedad encuentro belleza,
espiritualidad, unidad y conectividad. Y cuando como, percibo la comida como
algo sagrado, y cuando respiro encuentro que el aire es sagrado, y sin embargo,
la comida, y el aire, y el agua, y los rayos del sol, están disponibles para
cualquier criatura viviente, y por eso yo soy tan ordinario como una mariposa,
una avispa, una abeja, un pájaro, una montaña, un océano y cualquier otro ser
humano. Ser ordinario no es un problema. Es la manera más bella de celebrar el
milagro de vivir. La vida es ordinaria, pero sin embargo es extraordinaria.
Cada día llegan los rayos del sol, es absolutamente ordinario, pero decimos
“qué día tan precioso”, y todos los días comemos alimentos, alimentos
ordinarios, como pan y patatas, y nos sentamos a la mesa y decimos “qué
delicioso”, y la comida ordinaria que comemos cada día nos trae esa
extraordinaria felicidad. Pues para mí, ordinario y extraordinario son
complementarios, van juntos, no hay diferencia.
¿Cómo se
divierte Satish Kumar? ¿Te dedicas a los videojuegos?
No, no. Mi gran diversión es caminar. Camino cerca del mar en
Inglaterra, camino por las colinas, por los páramos, las montañas, camino por
los bosques, por las orillas de los ríos, y caminar me llena de felicidad. Así
me divierto. Es cuando más disfruto, cuando me olvido del estrés, no me
preocupo por la revista, por los artículos, por las citas, nada. Estoy fuera,
en la naturaleza. Caminando.
Esto me viene de cuando era niño, porque a mi madre le gustaba andar, no le
gustaba montar a caballo o en camello, ni en carro de bueyes. Me decía: “¿Te
gustaría si el caballo quisiera montarte a ti?”. Tenemos dos piernas
perfectamente buenas, y nos pueden llevar donde queramos. “Pero, no dispongo de
tiempo”, le decía la gente a mi madre, y ella contestaba: “Cuando Dios hizo el
tiempo, hizo de sobra, no te preocupes por el tiempo, que no faltará, no
necesitas ir a la tienda para comprar tiempo. No necesitas una cuenta de
crédito o dinero, para tener tiempo. El tiempo se te da gratis y abundante, es
eterno; es sólo tu idea, en tu mente, decir “no tengo tiempo”, la verdad es que
tienes eternidad.
Cuando me hice monje jainista siempre caminábamos. Los monjes jainistas no
montan animales y no toman autobuses, trenes o aviones. Y luego caminé con
Vinoba Bhave, que era un gran líder gandhiano, quien caminó por India unas cien
mil millas, persuadiendo a los terratenientes de dar tierras a los pobres, y
con él caminé unas diez mil millas. Caminé por la paz y por la ecología, pero
también para disfrutar y divertirme.
No necesitas dinero, no necesitas nada organizado, sólo tienes que salir de tu
casa y caminar, meterte en la naturaleza. Dejar el teléfono, internet, el
ordenador y la televisión en casa y escaparte.
¿Qué piensas
del sistema educativo occidental, especialmente del europeo?
En primer lugar, en países europeos, generalmente, el sentido de la
educación se ha perdido totalmente. La educación, la palabra latina educare
significa extraer, sacar, lo que está dentro del ser humano, como cuando tienes
una semilla, y de esa semilla sale un árbol. La semilla contiene el árbol. Sólo
necesitas tener las condiciones apropiadas para que la semilla se convierta en
un árbol. De la misma manera, todo cerebro humano, toda alma humana, es la
semilla.
Sin embargo, en la educación occidental pensamos que la mente es una cesta
vacía, y la tenemos que llenar con más y más y más información, y la
sobrecargamos con información desde fuera. Así que, en primer lugar, en
Occidente tenemos que comprender el verdadero significado de la educación.
En segundo lugar, como he dicho, la espiritualidad es natural. No es algo que
tiene que ser enseñado desde fuera. Debemos permitir que el niño mantenga su
inocencia, y que no sea condicionado por nuestra agenda económica, social,
política o ética. La sociedad condiciona la mente del niño, y destruye su
inocencia. La verdadera educación es la que valorará y protegerá y celebrará la
inocencia del niño. Y permitirá que el niño crezca y encuentre su propio, su
verdadero potencial.
Todo el mundo es un artista. Un artista no es un tipo especial de persona; toda
persona es un tipo especial de artista. Como otros han dicho, el Buda no es un
tipo de persona especial, sino que toda persona es un buda potencial. Así que
todos nosotros, los seres humanos, tenemos ese potencial, y el papel de la
educación es desarrollar, liberar ese potencial. Es algo morfogenético, como
una semilla que se desarrolla hasta ser un árbol; es como el florecer, el
brotar, de un niño. Como cuando dejas que el niño sea lo que es y quien es, su
verdadero ser.
Y si tienes esa idea, entonces los problemas que tenemos hoy en la educación,
problemas de disciplina, de fracaso escolar, de violencia y acoso, muchos de
ellos desaparecerán, o disminuirán, si permitimos que cada niño sea quien es. Y
las escuelas no deben ser como las de hoy, hoy tenemos fábricas del
conocimiento, en las que miles de niños son empujados y convertidos en algo que
pueda encajar en el sistema económico. La educación debe estar diseñada a
escala humana, y por eso ninguna escuela debería tener más que cien o
doscientos niños, la educación debería ser ofrecida en una especie de contexto
comunitario, la escuela debería ser una comunidad de niños, maestros y
familiares, donde todos aprenden juntos, y permiten a los demás ser lo que y
quiénes son. Y tu aldea, tu barrio, tu calle deben ser también tu escuela,
porque en la comunidad todos aprenden de los demás.
Mi idea de la educación es más libre que la idea de este sistema escolar opresivo,
cerrado, restringido, que tenemos. La educación debería ser especialmente al
aire libre, más que en las aulas; yo preferiría ver a los niños en la
naturaleza, para que aprendan del libro de la naturaleza, ¡ahí fuera está el
libro del universo! Y si no sabemos “leer” un árbol, no sabemos leer una
planta, entonces la única información que tenemos es la que otra persona ha
escrito en un libro, y nos viene esa información de algún biólogo, o algún
ecólogo. Todos los niños deberían poder leer el libro de la naturaleza y el
libro del universo. Y el libro de la Tierra.
Yo preferiría ver una gran parte de la educación impartida al aire libre, para
que la espiritualidad, la ética, las relaciones con los demás, vengan
naturalmente cuando estemos en esa comunidad: la comunidad de la tierra y la
comunidad humana. Ahí, pienso, la espiritualidad, el arte, la creatividad, la
imaginación... éstas tendrán un mayor papel en la educación que los datos y la
sabiduría académica.
¿Encontraste
difícil adaptarte a Occidente?
Yo llevo aquí ya treinta años. He encontrado muchos grandes amigos, y esa
enorme franqueza liberal, me gusta mucho. La influencia de la Ilustración, el
pensamiento abierto. Pero lo que me causó un gran impacto fue el consumismo, el
materialismo, el individualismo y el sentido de la propiedad, esto es mío y eso
es tuyo. Encontré esto algo difícil de asumir, porque en India no tenemos un
sentido tan pronunciado del individualismo, de posesión, de propiedad. Todo les
pertenece a todos, es algo más orientado hacia la comunidad. Y de hecho, nada
pertenece a nadie: nosotros nos pertenecemos; la tierra no nos pertenece,
pertenecemos a la tierra, es casi un sentido opuesto al occidental. Al
principio fue un gran impacto, pero ahora he aprendido a vivir con él.
Otro concepto fue el de que la economía lo domina todo, la educación, la
cultura, la música, el arte, la poesía, la educación. Todo se mide por el éxito
económico; si algo no tiene sentido económico, no vale para nada. Sin embargo,
en India esto no sucede. Estas son las cosas con las que tuve dificultad.
A veces, el sentido indio de comunidad y de
pertenencia también pueden contener algo negativo, y convertirse en algo
sofocante. Por eso el individuo puede sentirse limitado dentro del contexto de
comunidad; mientras que aquí sientes que existe más franqueza, más liberalidad,
más tolerancia hacia tus excentricidades, tus hábitos o tus opiniones
personales. Ese sentido de liberalidad es muy bonito.
Pero el concepto de la limitación del tiempo... aquí siempre vamos con prisa,
como si no tuviésemos tiempo, y eso en India nunca lo he sentido. Allí el
tiempo no se mide, como he dicho: el tiempo es infinito, es eterno, el tiempo
viene, no se va. En Occidente, es distinto. Me siento mucho más estresado aquí.
No se puede negar que el paisaje en Occidente, aquí en Mallorca, por ejemplo,
es muy bello, las montañas, y los árboles, y los ríos... y la cultura
occidental, la música, el canto, la danza... todo es muy bello.
Y ahora,
Satish, te pido unas palabras para los lectores españoles.
Mi mensaje sería que España tiene una cultura tremenda, que no se debe perder,
porque viene de esta tierra y de esta historia, y esta historia es únicamente
la de esta tierra y la de estas gentes. Ocurra lo que ocurra, la integración a
la Unión Europea, los problemas de la globalización, no debería resultar en la
pérdida de la cultura española y del genio español: estar arraigado en la
tierra, la familia, la comida, el vino... Cómo vivir en un mundo globalizado,
en el que todo se convierte en una monocultura, en el que todo se convierte en
lo mismo, vayas donde vayas, la misma comida, el mismo McDonalds, Coca-Cola,
arquitectura, vestimenta... Lo importante es mantener la diversidad de todas
las culturas. Me gustaría que España mantuviese su identidad, su sentido de
pertenencia a la tierra, en oposición a la globalización.
Lo que hace única a España es su diversidad, lo mismo que hace único al
universo entero, la biodiversidad, la diversidad cultural y la diversidad de
estilos de vida; no contradicen a la unidad del universo. Todos somos uno,
uni-verso, pero dentro de ese uno, existe una tremenda diversidad. La unidad no
es la uniformidad.
Me gustaría que los españoles sintieran esa unidad sin caer en la uniformidad,
y mantuviesen el sentido de la diversidad sin caer en divisiones. Existe una
gran diferencia entre diversidad y divisibilidad. Ahí está el secreto.
Satish Kumar es presidente de Schumacher UK, director de programas en
Schumacher College, editor de la revista Resurgence, y autor de El Buda y el
terrorista (2005, edicionesi), y Tú eres, luego yo soy