29 oct 2011

Ervin Laszlo: Planeta sin limites?




Son varias y muy persistentes las creencias y presupuestos que impiden que el grueso de la humanidad se dé cuenta de urgente necesidad de emprender, al respecto, una acción global. Todavía, por ejemplo, se halla muy difundida la creencia (aunque cada vez se mencione menos) de que nuestro planeta carece de límites y es en consecuencia, al mismo tiempo, una fuente infinita de recursos y un sumidero inagotable de residuos.

Y esta creencia tácita nos impide darnos cuenta de que estamos expoliando los recursos de nuestro planeta y desbordando la capacidad de regeneración de la naturaleza. Otra creencia dominante es que la materia es algo pasivo e inerte que podemos manipular a nuestro antojo para satisfacer nuestros deseos. Pero son muchos los efectos secundarios imprevistos que genera la creencia en la posibilidad de utilizar nuestra sofisticada tecnología para explotar el mundo que nos rodea en aras de nuestros objetivos personales, nacionales y económicos, como la destrucción del equilibrio ecológico y la extinción masiva de especies. También sigue siendo frecuente considerar a la vida como una lucha en la que sólo el más apto sobrevive . Esta interpretación arbitraria a la sociedad humana de la teoría darviniana de la selección natural justifica la competitividad más desenfrenada, abriendo cada vez más la brecha que separa a una élite económica y políticamente poderosa cada vez menor de la corriente principal cada vez, por otra parte, más marginada.

La sabiduría económica dominante insiste en afirmar las bondades de la competencia y señalar que el mercado libre (gobernado por lo que Adam Smith denominó «una mano invisible») distribuye la riqueza . Desde esa perspectiva se sostiene que, cuando uno busca el bien para sí mismo, también lo busca para sus semejantes. Pero lo cierto es que la penuria en que se halla sumida casi la mitad de la población mundial evidencia claramente que, en el mundo actual, en el que la desigual distribución de poder y de la riqueza distorsiona el funcionamiento del mercado, este principio resulta ya insostenible. Son muchos los valores y creencias personales que obstaculizan la voluntad de emprender acciones para enfrentarnos globalmente a la emergencia global. El ethos del mundo moderno coloca al individuo en un pedestal, por encima de la naturaleza y apoyándose tan sólo en sí mismo.

El estatus del hombre moderno justifica, en palabras de Francis Bacon, la necesidad de «arrancar los secretos de la naturaleza» en su propio beneficio . Y en último lugar pero no, por ello, menos importante, debemos mencionar la férrea creencia de que el egoísmo y el egocentrismo que caracterizan al hombre moderno son expresiones de una naturaleza humana inalterable y que no pueden ni deben, en consecuencia, cambiarse. El ser humano siempre ha buscado y seguirá buscando su propio interés mitigado, en el mejor de los casos, por los intereses de su familia inmediata, de su empresa o de su comunidad étnica o nacional.

No debe sorprendernos pues, dada la fortaleza de estas creencias, el fracaso tanto de las naciones-estado como de las empresas en unirse y comprometerse en proyectos globales."


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