Mi terreno, mi casa, mis posesiones, mi poder, mi riqueza son los deseos de mentes pequeñas. La espiritualidad nos libera de la mente pequeña y del pequeño Yo, la identidad del Ego. A través de la espiritualidad podemos abrir las puertas de la mente grande y del corazón grande donde compartir, velar por los demás, y sentir compasión son verdaderas realidades. La vida existe sólo a través del regalo de otras vidas: toda la vida es interdependiente. La existencia es una red intricada de relaciones interconectadas.
Compartimos el aliento de la vida y de esa manera estamos conectados. Seamos ricos o pobres, blancos o negros, jóvenes o viejos, humanos o animales, peces o aves, árboles o piedras, todo se sostiene en el mismo aire, la misma luz solar, la misma agua, la misma tierra. No existen fronteras, no hay separación, no hay división, ni dualidad; todo es el baile de la vida eterna donde el espíritu y la materia se mueven como uno. Día y noche, tierra y cielo bailan juntos, y donde hay baile, hay felicidad y belleza.
La religión del materialismo y la cultura del consumismo que promueve la civilización occidental han bloqueado el flujo de la felicidad y belleza. Una vez, a Mahatma Ghandi le preguntaron: “¿Qué piensa usted de la civilización occidental?” Replicó: “Sería una buena idea”. Sí, sería una buena idea porque cualquier sociedad que rechaza los valores espirituales y se pelea por bienes materiales, monta guerras para controlar el petróleo, y produce armas nucleares para mantener su poder político, no puede llamarse una civilización.
La cultura moderna, consumista, construida sobre instituciones económicas injustas e insostenibles no puede considerarse civilizada. La verdadera marca de la civilización es mantener un equilibrio entre el progreso material y la integridad espiritual. ¿Cómo podemos considerarnos civilizados cuando no sabemos vivir juntos en armonía ni vivir en la tierra sin destruirla? Hemos desarrollado tecnologías para alcanzar la luna pero no la sabiduría para vivir con nuestros vecinos, ni mecanismos para compartir alimentos y agua con los demás seres humanos. Una civilización sin una base espiritual no es una civilización.
Nuestra manera de tratar a los animales es un claro ejemplo de nuestra falta de civilización. Vacas, cerdos y gallinas viven presos en granjas-fábricas. Utilizamos ratones, monos y conejos como esclavos como si no sintiesen dolor; todo por culpa de la avaricia y arrogancia humanas. La civilización occidental parece creer que la vida es prescindible en servicio del deseo humano. El racismo, el nacionalismo, el sexismo, y la discriminación contra personas mayores, han sido confrontados y en cierta medida eliminados, pero el humanismo sigue dominando nuestras mentes. Esto nos hace considerar que la especie humana es superior a las demás especies. Este humanismo es una clase de especies-ismo.
Si vamos a luchar por la civilización deberemos cambiar nuestra filosofía, nuestra visión global y nuestro comportamiento. Deberemos entrar en un nuevo paradigma en el cual todos los seres son considerados inter-seres, inter-dependientes, inter-relacionados e inter-especies.
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