Hay una excelente historia sobre un hombre que estaba siempre importunando a Dios con toda clase de pedidos. Un día, Dios lo miró y le dijo: "Ya estoy harto; tres pedidos y no más. Tres peticiones, y después de darte eso, no te daré nada más. ¡Di tus tres deseos!"
El hombre quedó encantado y preguntó: " ¿Puedo pedir cualquier cosa?"
Y Dios dijo: "¡Sí! ¡Tres pedidos y nada más!"
Y el hombre habló: "El Señor sabe, tengo vergüenza de hablar, pero me gustaría librarme de mi mujer, porque es una aburrida y siempre está... el Señor sabe. ¡Es insoportable! No logro vivir con ella. ¿Podrías librarme de ella?"
"Está bien", dijo Dios, "tu deseo será satisfecho." Y la mujer murió.
El hombre se sentía culpable por el alivio que sentía, pero estaba feliz y aliviado, y pensó: "Vaya casarme con una mujer más atractiva."
Cuando los parientes y amigos fueron al funeral y comenzaron a rezar por la difunta, el hombre volvió de pronto en sí y exclamó: "Mi Dios, yo tenía esta mujer encantadora, y no la apreciaba cuando estaba viva." Entonces se sintió muy mal, fue corriendo al encuentro de Dios y le pidió: 'Tráela de vuelta a la vida, Señor."
Dios respondió: "Está bien, segundo deseo concedido."
Ahora le quedaba sólo un deseo. Pensó: "¿Qué debo pedir?" Y fue a consultar a los amigos. Algunos dijeron: "Pide dinero; si tienes dinero, . puedes tener lo que quieras." Otros: "¿De qué te servirá el dinero si no tienes salud?"
-Otro amigo dijo: "De qué te servirá la salud si un día morirás. Pide la inmortalidad."
El pobre hombre ya no sabía qué pedir, porque otros decían: "¿De qué sirve la inmortalidad si no tienes nadie a quien amar? Pide el amor.
Entonces pensó, pensó... y no consiguió llegar a ninguna conclusión, no conseguía saber lo que quería. Cinco, diez años...
Un día le dijo Dios: "¿Cuándo vas a hacer tu tercer pedido?"
y el pobre hombre dijo: "¡Señor, estoy muy confuso, no sé qué pedir. ¿Podría el Señor decirme qué pedir?"
Dios se rió cuando oyó esto y dijo:
"Está bien, te digo lo que debes pedir.
Pide ser feliz, no importa lo que te pase.
Ahí está el secreto, nuestra felicidad o infelicidad dependen más de la manera por la cual percibimos y nos enfrentamos con los acontecimientos, que de la propia naturaleza de éstos.
Señor, dame la gracia de cambiar lo que puede ser cambiado, aceptar lo que no puede serio, y sabiduría para entender la diferencia."
Señor, dame la gracia de cambiar lo que puede ser cambiado, aceptar lo que no puede serio, y sabiduría para entender la diferencia."
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